miércoles, 30 de agosto de 2017

LA MONEDA

LA MONEDA



Siempre quiso ser libre, independiente, cómo las chicas de las series de televisión, esas series en las que van siempre tan monas, vistiendo elegantemente, en una gran ciudad, con muchas luces y restaurantes a los que va gente muy importante.

Pensó que las amigas del pueblo, se morirían de la envidia si supiesen la forma de vida que se había montado en la capital. No se podía quejar, ya que había conseguido un muy buen trabajo, un piso precioso... y algo que jamás se le ocurriría confesarles. Tenía dos amigos, si... dos amigos, de los que se quedan a dormir después de una velada con botella de vino, con una buena sesión de sexo, sin tabues, sexo del bueno, sin complejos, eso si, ninguno debía de saber nunca de la existencia del otro. Esa era la premisa, para que todo funcionase a la perfección.

Olga, jamás pensó en lo duro que es ser una mujer de hoy, independiente, trabajadora, todo muy bonito, pero precisamente lo que no le sobraba era tiempo, siempre de cabeza. Buena parte de ese tiempo se lo dedicaba a lo que ella denominaba su “ Pequeno Secreto “. Su secreto no era otra cosa, que su relación a la vez con los dos chicos.

Pasaron los meses, quizá un año, realmente estaba tan liada entre el trabajo, la casa y atender a sus dos queridos amantes, que ni recordaba el tiempo que llevaba con ese trajín.

Exausta, se planteó que había llegado el momento de levantar el pié del acelerador, la aventura, ya la estaba no solo aburriendo, si no agotando. Fue bonito y rematadamente excitante, pensaba, mientras se planteó la manera de elegir a uno sólo de sus galanes, para convertirlo en su única pareja.

Andrés era un cuerpo diez y mejor en la cama, guapo a rabiar, una delicia morena, un pecado inconfesable. Sus citas no eran de elegancia y glamour precisamente. No le importaba, su sola presencia le estremecía. Salir a cenar a una cadena de comida rápida y ver una pelicula en el cine, nunca lo consideró algo ordinario, tampoco su trabajo, Andrés era el electricista más majo, que había conocido nunca.

Ramiro, tampoco estaba mal, la verdad es que en la cama era buenísimo, pero no precisamente el más guapo del mundo. El alto ejecutivo de una empresa telefónica, en sus fascinantes citas, llevaba a Olga a los mejores restaurantes de la ciudad, conocía a buena parte de la burguesía de la zona y tenía en el puerto, un yate de los que no habría ni soñado antes de conocerlo.

Había llegado el momento de decidirse, lanzó una moneda al aire, al caer salió cruz. Andrés....
¡ volveré a tirarla ! Dijo en voz alta Olga, y volvió a salir cruz. Repitió la tirada y a la tercera salió cara. Eso significaba que iba a elegir a Ramiro, su galán ejecutivo. Con una sonrisa y un suspiro pensó, que ese era el destino que le había deparado la moneda, o por lo menos eso quiso pensar, mientras decidía cómo decirle a Andrés que quería romper con él. Cogió el teléfono y le llamó para darle la noticia. Una vez colgó, pensó en que hoy pediría langosta en el restaurante al que le iba a llevar Ramiro. Me encanta la langosta.... mientras reía, borró el número de Andrés de la agenda.


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