LA MONEDA
Siempre quiso ser libre, independiente, cómo las chicas de las series de televisión, esas series en las que van siempre tan monas, vistiendo elegantemente, en una gran ciudad, con muchas luces y restaurantes a los que va gente muy importante.
Pensó
que las amigas del pueblo, se morirían de la envidia si supiesen la
forma de vida que se había montado en la capital. No se podía
quejar, ya que había conseguido un muy buen trabajo, un piso
precioso... y algo que jamás se le ocurriría confesarles. Tenía
dos amigos, si... dos amigos, de los que se quedan a dormir después
de una velada con botella de vino, con una buena sesión de sexo, sin
tabues, sexo del bueno, sin complejos, eso si, ninguno debía de
saber nunca de la existencia del otro. Esa era la premisa, para que
todo funcionase a la perfección.
Olga,
jamás pensó en lo duro que es ser una mujer de hoy, independiente,
trabajadora, todo muy bonito, pero precisamente lo que no le sobraba
era tiempo, siempre de cabeza. Buena parte de ese tiempo se lo
dedicaba a lo que ella denominaba su “ Pequeno Secreto “. Su
secreto no era otra cosa, que su relación a la vez con los dos
chicos.
Pasaron
los meses, quizá un año, realmente estaba tan liada entre el
trabajo, la casa y atender a sus dos queridos amantes, que ni
recordaba el tiempo que llevaba con ese trajín.
Exausta,
se planteó que había llegado el momento de levantar el pié del
acelerador, la aventura, ya la estaba no solo aburriendo, si no
agotando. Fue bonito y rematadamente excitante, pensaba, mientras se
planteó la manera de elegir a uno sólo de sus galanes, para
convertirlo en su única pareja.
Andrés
era un cuerpo diez y mejor en la cama, guapo a rabiar, una delicia
morena, un pecado inconfesable. Sus citas no eran de elegancia y
glamour precisamente. No le importaba, su sola presencia le
estremecía. Salir a cenar a una cadena de comida rápida y ver una
pelicula en el cine, nunca lo consideró algo ordinario, tampoco su
trabajo, Andrés era el electricista más majo, que había conocido
nunca.
Ramiro,
tampoco estaba mal, la verdad es que en la cama era buenísimo, pero
no precisamente el más guapo del mundo. El alto ejecutivo de una
empresa telefónica, en sus fascinantes citas, llevaba a Olga a los
mejores restaurantes de la ciudad, conocía a buena parte de la
burguesía de la zona y tenía en el puerto, un yate de los que no
habría ni soñado antes de conocerlo.
Había
llegado el momento de decidirse, lanzó una moneda al aire, al caer
salió cruz. Andrés....
¡
volveré a tirarla ! Dijo en voz alta Olga, y volvió a salir cruz.
Repitió la tirada y a la tercera salió cara. Eso significaba que
iba a elegir a Ramiro, su galán ejecutivo. Con una sonrisa y un
suspiro pensó, que ese era el destino que le había deparado la
moneda, o por lo menos eso quiso pensar, mientras decidía cómo
decirle a Andrés que quería romper con él. Cogió el teléfono y
le llamó para darle la noticia. Una vez colgó, pensó en que hoy
pediría langosta en el restaurante al que le iba a llevar Ramiro. Me
encanta la langosta.... mientras reía, borró el número de Andrés
de la agenda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario