viernes, 14 de octubre de 2016

ESPERANZA PERDIDA

ESPERANZA PERDIDA

Marcial no sabía que ropa ponerse. ¿Americana con vaqueros? no, a ver, ¿traje con chaqueta y corbata?, no, ¿con pajarita?......
Estaba un poco nervioso, era la tercera cita que tenía con Mariela, quería estar perfecto para ella y que lo pasasen bien.

La recogió en la puerta de su casa y partieron hacia el centro. ¿Que tal la semana?, le preguntó para sacar conversación. Bien, dijo ella, sin novedad. ¿ Y el contrato con CEDA, ha salido bien? Sí, se firmó el martes, respondió sin extenderse.
Que difícil me lo pone, pensó Marcial, mientras paraban en un semáforo.

El restaurante era de lo mejor de la ciudad, no le faltaban estrellas Michelín, glamour y clientes importantes.
Le dedicó una sonrisa mientras ojeaban la carta y tomaban un vermout, a lo que ella respondió con una mueca forzada. Eso le despistó un poco de la carta de vinos y le bajó un poco la moral.

¿Ya decidieron los señores?, preguntó el maitre, pues una botella de Pesus, por favor, contestó Marcial. Excelente elección señor. A continuación pidieron la comida y el maitre se despidió con un gesto elegante.

Mariela estaba en silencio y eso hacía la situación tensa. Sin esperarlo empezó a hablar titubeante. Hizo comentarios superficiales sobre política, el tiempo y el calendario fiscal, lo que dejó a Marcial una sensación amarga. Escuchaba, y a veces los ojos se le perdían en las cuencas en un gesto de aburrimiento que intentaba disimular.

Tengo algo que decirte, comentó durante el postre. Dime guapa, le contestó. Se que me tienes gran estima y me has ayudado con el importante contrato que hemos firmado esta semana, pero............. es que no tengo la esperanza que lo nuestro pueda funcionar.

Sintió que la tierra se quebraba bajo sus pies y que se hundía en un abismo.
Mariela se disculpó y se despidió sin ni siquiera dedicarle un beso.
Maitre, por favor la cuenta, dijo Marcial en tono melancólico en el momento que pudo reaccionar al golpe.

Trajeron la cuenta y se dispuso a pagar cuando observó que ascendía a casi 1000 Euros. Repasando nervioso vio atónito que la botella de Pesus costaba 700 Euros. El pulso se le aceleró.

Cuando asimiló el error de no fijarse bien en el precio de la botella, se decidió a tomarse y saborear hasta la última gota que quedaba en ella. Mientras bebía, intentó consolarse sin lograrlo.
Cuando se fue Mariela dejándolo, pensaba que la esperanza es lo ultimo que se perdía, pero claro, eso era antes de comprobar la cantidad que acababa de perder con la dolorosa cuenta de la cena.

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